Raúl. En Vigo.

 


Xiana había jugado un papel muy destacado en su vida. Era duro ver cómo se iba yendo. Cada día a su lado, sin verse en su mirada era muy amargo. No la abandonaría. El duelo ocupaba un espacio inmenso. Sí, el duelo por aquella persona que acompañó a ese muchacho imberbe que fue. 

Elena apenas había tenido tiempo desde que cogió las riendas del garito. Su maternidad y dedicación al negocio no le habían dejado ver un deterioro cognitivo que ya daba señales.

Xiana había alquilado un pequeño estudio. Elena vivía con su bebé, más en el trabajo que en su propia casa. En el primer año todos estuvieron muy atareados. Raúl se había quedado para ayudar, pero debía seguir sus estudios. Sus padres ya se habían instalado de nuevo en Barcelona. Emilio y Elena le hicieron entrar en razón. Tenía que ir a prepararse para un futuro que se auguraba muy competitivo.

_ Tienes un buen nivel, no pierdas el tiempo entre cajas de cerveza.

Esa había sido la sentencia. Que no perdiera su tiempo. Le costaba soltar. No sólo eso. Temía enfrentarse a un pasado que aún vibraba en su fuero interno.

¡Estaba tan bien entre ellos!

_ Piensa que tu madre pronto te va a necesitar a su lado. Aquí nos arreglaremos, somos tres adultos. Este trabajo absorbe mucho, pero no es para ti. Debes estudiar. Debes sacar provecho de tus capacidades. 

Xiana siempre apuntaba certera. Sus capacidades eran las mejores para sacar a delante estudios que requirieran memorizar.

_ Vale, me habéis convencido, no hay quien pueda con este tándem de tres, mi tío y Elena por un lado, y tú por el otro. Ni que os hubierais puesto de acuerdo.

Lo habían hablado. Eso no lo sabría. Habían llegado a un acuerdo. Era mejor que marchara antes, porque sino no daría ese paso. 

Claro que les hacía falta. Más teniendo en cuenta el embarazo de Elena, pero Emilio dejaría sus trabajos y se dedicaría al bar, asumiendo las tareas que atendía Raúl.

Morir de éxito es poco. Cuando planificaron ese proyecto no contaron con las mejoras urbanísticas que les situaría en la mejor de las posiciones. 

Cuando regresó Raúl a Vigo, lo que era una tasca en un principio se había convertido en un amplio espacio de terrazas y comedores. 

La pequeña Emi era el alma del local. Ella había cogido el relevo de sus padres organizando todo aquello con precisión. 

Tenían dos equipos de trabajo. Uno en el primer turno que se ponía en marcha abriendo a las seis de la mañana.

Elena servía cafés en la barra. Emi iba de un lado a otro.

Los comedores se abrían para servir comidas al mediodía y para las cenas. Siempre por reserva. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Diarios

Regreso. Raúl